La malaria mata anualmente a más de 600 mil personas en todo el mundo y cada minuto un niño muere a causa de esa enfermedad. A pesar que es una enfermedad prevenible, se requiere una inversión en el tiempo y un compromiso político renovado.
¿Qué es la malaria?
La malaria es una enfermedad infecciosa y potencialmente grave, causada por el parásito del género Plasmodium y transmitido al ser humano por la picadura de mosquitos infectados.
También puede ser transmitida por el intercambio de jeringas, transfusión de sangre e incluso de la madre al feto en el embarazo.
Los síntomas más comunes son escalofríos, fiebre alta, dolores de cabeza y musculares, taquicardia, inflamación del bazo, delirios, convulsiones y vómitos, pudiendo el paciente llegar al coma.
En el caso de infección por el género Plasmodium falciparum, también existe una posibilidad mayor de desarrollar lo que se llama malaria cerebral, responsable de cerca del 80% de los casos letales de la malaria.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que la respuesta global a la enfermedad está en una especie de encrucijada ya que tras un período de varios años de éxito sin precedentes en el control de la enfermedad, el progreso se ha detenido.
Según el Informe Mundial sobre la Malaria más reciente de la OMS, en 2017 se reportaron unos 220 millones de casos, un aumento de tres millones en comparación con el año anterior.
Aunque las muertes anuales totales se mantuvieron estables en alrededor de 435.000, la tendencia a la baja se revirtió en algunas regiones.
Dos aspectos son particularmente alarmantes
Algunos de los países más afectados reportaron un aumento en el número de casos en 2017 en comparación con 2016.
Nigeria, Madagascar y la República Democrática del Congo registraron los mayores aumentos. Con la excepción del sudeste de Asia, donde la incidencia ha estado disminuyendo, todas las demás regiones afectadas por esta condición informaron un progreso muy modesto, lo que sugiere un efecto de meseta desde 2015.
Por otro lado el nivel de inversión en el control de la malaria sigue siendo inadecuado, según la OMS, los gobiernos de los países endémicos y los socios internacionales otorgaron unos 3,1 mil millones de dólares. Los Estados Unidos es uno de los principales donantes con más de 1,2 mil millones de dólares donados, convirtiéndose en el responsable de casi el 40% de todos los recursos en 2017.
Pero eso no es suficiente «para alcanzar los objetivos que nos hemos fijado, los fondos para el control de la malaria deberían alcanzar al menos 6,6 mil millones de dólares al año para 2020″, dijo Pedro Alonso, director del programa mundial de control de la malaria.
Como resultado, casi 13.6 millones de niños que podrían haberse beneficiado de los programas de quimio prevención contra la malaria, no tuvieron acceso debido a la falta de inversión.
Sin hacer críticas abiertas a ningún país específico, representantes de la organización dejaron claro que algunos están haciendo muy poco para proteger a sus ciudadanos.
En un intento por contrarrestar la falta de progreso significativo entre 2015 y 2017, la OMS ha decidido adoptar un enfoque más agresivo, denominado «gran carga para alto impacto«, que apunta a estimular la voluntad política nacional e internacional para reducir la mortalidad por malaria, pero también promover un uso más estratégico de la información disponible y mejorar el uso de los recursos financieros.
El primer paso para cambiar esta tendencia es aumentar la prevención de la salud a tantas personas como sea posible.
En 2016, el 54% de las personas con riesgo de infección por malaria en el África subsahariana, dormían bajo mosquiteros tratados con insecticidas, lo que constituye la principal forma de defensa contra la enfermedad.
De 2014 a 2016 se produjeron un total de 582 millones de mosquiteros en todo el mundo, y de estos 505 millones se asignaron al territorio subsahariano a través de campañas de distribución masiva.
Otro método de prevención es la difusión libre de aerosoles insecticidas. Pero los resultados más alarmantes se derivan de esta herramienta, ya que el informe indicó una caída neta en su cobertura de un 5.8% en 2010 a 2.9% en 2016.
Las razones de esta disminución son muchas. Una podría ser variar los tipos de insecticidas para evitar que los mosquitos evolucionen con resistencias particulares, pero esto también significa reemplazar los piretroides, una clase de insecticidas y acaricidas sintéticos, por alternativas más caras, que generalmente los países en desarrollo no pueden costear.
En octubre de 2018 un equipo de la Universidad de Oxford relató haber obtenido éxito al curar a cientos de pacientes en el suroeste asiático con una nueva combinación de tres medicamentos que une la artemisinina, de rápida acción, con otros dos de duración más larga.
«La terapia triple debe ser estándar para todos los tratamientos, es un tema delicado porque es más cara y tiene más efectos colaterales, pero eso es compensado por las ganancias», afirma Adrianus Dondorp, director de investigación para la malaria de la Unidad de Medicina Tropical de Oxford.
Otro descubrimiento reciente y bastante alentador es la nueva red experimental contra mosquitos utilizando dos insecticidas en vez de uno, demostrando ser más eficaz para proteger a los niños que los convencionales.
Mientras tanto existen otras estrategias para reducir la probabilidad, como es la extensión de los programas de prevención, detección y tratamiento a aquellos que tienen un mayor riesgo.